
Amado hijo, querida hija:
A veces te preguntas si realmente estoy obrando en tu vida, especialmente cuando parece que nada se mueve en la dirección correcta. Permíteme revelarte algunas señales que confirman mi trabajo silencioso en tu historia:
Cuando “coincidencias” inexplicables alinean personas y circunstancias perfectamente… no son coincidencias. Son mis manos moviendo piezas que tú ni siquiera sabías que estaban en juego.
Cuando obstáculos inesperados te desvían del camino que habías planeado… no son retrasos. Son mi protección apartándote de lo que no era para ti.
Cuando anhelas algo más profundo, algo que el mundo no puede ofrecerte… no es simple insatisfacción. Es mi voz llamándote hacia un propósito mayor.
Cuando ideas que parecen venir de ninguna parte iluminan tu mente… no son pensamientos casuales. Son mi sabiduría susurrando soluciones.
Cuando encuentras paz inexplicable en medio de circunstancias imposibles… no es solo fortaleza interna. Es mi presencia sosteniendo lo que por ti mismo no podrías sostener.
Cuando tu corazón se quiebra por el sufrimiento ajeno… no es debilidad. Es mi compasión manifestándose a través de ti.
Cuando puertas se cierran una tras otra contra toda lógica… no son fracasos. Es mi dirección preservándote para la puerta correcta que estoy preparando.
En Isaías 45:3 revelé: “Te daré los tesoros escondidos, riquezas guardadas en secreto, para que sepas que yo soy el Señor.“
Estoy obrando continuamente en dimensiones que no puedes percibir, preparando bendiciones que aún no puedes imaginar. Tu incapacidad para verlo todo no significa mi ausencia; significa que la historia es más grande y hermosa de lo que puedes comprender ahora.
Confía en el proceso. El lienzo de tu vida está siendo pintado con propósito, incluso cuando solo puedes ver trazos aparentemente inconexos.
—Quien nunca deja de trabajar en tu favor